“Lo pasado… ni pisado, ni olvidado”


En el marco del segundo juicio, donde se juzga a 24  represores acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos en Río Negro y Neuquén, las víctimas cuentan los hechos como si aún hoy siguieran sufriendo los secuestros y torturas que tuvieron que padecer hace más de treinta años. 

“no pueden olvidar lo que les  pasó, el psiquismo no puede integrar lo que es tan traumático (…) porque es tan impactante, que deja a las personas fijadas. (…) Lo que pasa en el procesamiento cerebral es que la persona no puede dejar de pensar en lo que vivió, y entonces lo vive como un tiempo presente continuo. Como un detenimiento en el tiempo”, explicó Gerardo Blanes, Psicólogo. Indagando sobre, si en realidad, el recurso de hablar en tiempo presente era un modo de recordar, Blanes consideró que no es un recurso que utilizan para recordar, “porque no tienen un problema de recordar, no hay que recordar lo que no se puede olvidar”.

Dora Seguel y Rubén Ríos fueron víctimas de la Dictadura militar en nuestra región. Ambos brindaron testimonio en el Juicio, y en sus relatos prevalecía el tiempo presente.

A Rubén Ríos lo habíamos conocido el primer día del juicio fuera del Tribunal Oral Federal, de Neuquén, en la calle Carlos H, como se la conoce en la ciudad.  Meses después nos enteraríamos que Ríos estuvo detenido 22 días y que fue torturado con picana eléctrica y golpeado violentamente. Cuando recuperó la libertad, fue hostigado con amenazas anónimas, e intentó suicidarse. 
Rubén Ríos, declaró como víctima en el segundo tramo del Juicio La Escuelita II. F
Declaró un viernes 8 de junio, cerca de las 10.30 de la mañana. Entró a la sala de audiencia pasando inadvertido por quienes allí estábamos. Cuando el Juez Orlando Coscia anunció “vamos a hacer ingresar a Rubén Ríos”, salió de una sala adjunta que simulaba ser un consultorio de asistencia. Un largo silencio predecía lo duro que podría ser su relato. Se advertía su presencia, anticipada por los aplausos del público que le daba aliento.

Al observarlo se lo veía compungido.  “A las 3 de la mañana más o menos, tocan el timbre de mi casa”, fue su primera frase al ser interrogado sobre las circunstancias en la que fue detenido.  Al abrir la puerta, sigue su relato Ríos, “Me encontré con un hombre y una mujer. Pregunté qué querían. Me dijo, un hombre gordito, más o menos de la altura mía, pero más corpulento que yo, ¿es usted  Rubén Ríos? Si, le digo yo, nos tenés que acompañar a la comisaría. Le digo pero ¿a esta hora me van a llevar a la comisaría, para qué?”.

Al escuchar el relato sobre lo que le ocurrió en el ´76, puede advertirse que en su testimonio remite al tiempo verbal presente. Analizando sobre en qué circunstancias utilizaba este tiempo verbal, advertimos que era al momento de recordar los diálogos que mantuvo con oficiales que lo detuvieron, como así también al describir el preciso momento de su captura: “…Entonces le digo, NO, dígale al comisario, que voy mañana. Y, NO, me dice. Tenés que ir ahora. Ante la insistencia le digo, mirá, me parece que no sos policía. Dice sí, me voy a identificar, yo me quedé esperando a que saque una credencial porque, a todo esto, yo lo único que le veía era los ojos”.
Ríos al narrar oralmente le devuelve al presente una explicación, que extrae de lo sucedido en el pasado y lo traslada a un aquí - ahora. 

Siguiendo con su declaración, lo que el policía sacó no fue una identificación. Tampoco una autorización, “…abre el gamulan, mete la mano, yo pensaba que iba a sacar la credencial para mostrarme que era policía, lo que sacó fue una pistola. Yo no supe en qué momento me agarró esta mano, me puso la pistola así, y me quebró dos dientes. Me asusté, no hice ningún esfuerzo y me sacaron para afuera”.

Al escuchar la declaración testimonial, el acto de recordar está atravesado de afectos y los mismos se manifiesten en la construcción que realiza. El presente como tiempo, el cual ocurre y sucede en el momento que se piensa, se convierte, por su forma de abordarlo, de representarlo, en el engaño de su infinitud.

Entrevistado luego del juicio, Ríos agregará que cuando declaró, hablaba como si esos sucesos estuvieran pasando ahora porque “para poder decirlo  todo y tratar de no olvidarme tengo que retroceder al pasado, vivir el momento”. Considera que así se puede “relatar el momento sin dejar de lado algunas cosas, sin olvidarme, seguir el relato lo más preciso posible. Porque si no, no quedaba conforme conmigo mismo, de igual modo me olvide de algunas cosas”.

Blanes, refiriéndose al caso puntual de Rubén Ríos, consideró que “está bien que lo re signifique así, ojalá fuera así, pero yo creo que también está la dificultad de  reintegrarla, de procesar (…) es muy difícil poder reintegrarse”. Lo cual se complica además cuando “las victimas no tienen las redes de apoyo terapéuticas adecuadas”.

“es como que el cerebro esta subido a una calesita”

Dora Seguel declaró un miércoles 16 de mayo, juró decir la verdad “por la memoria de mis padres, mis hermanas y compañeras, Arlene y Argentina Seguel,  y por los 30.000 desaparecidos”. 

Dora fue secuestrada la noche del 14 de Junio de 1976, en lo que se denomina el “Operativo Cutral Có”. Tenía 16 años. También fueron secuestradas sus hermanas Argentina y Arlene Seguel. 

En la declaración testimonial, Dora comenzó su relato, refiriéndose al día de su captura, “en el ´76 tenía 16 años, trabajaba por la mañana, entonces tuve que concurrir a la escuela nocturna de comercio. Dos días después de que se llevaron a mi hermana, a mí me van a retirar de esa escuela. Me retiran el día 14 de junio entre las 9.30 y las 10 de la noche. Cuando yo me presento, porque me va a buscar un celador al curso, me dicen que me necesitaban en Dirección. Llego a la Dirección,  estaba el director Mario Herczec bastante apesadumbrado y me dice te busca la policía te tienen que llevar”.
La experiencia de Dora, al brindar testimonio, sobre la causa de sus hermanas es presentada mediante un lenguaje evocativo manteniendo toda su carga afectiva con relatos que conmueven, provocan y hacen sentir. Se evalúa que cuando parece que recuerda, en realidad vuelve a vivir lo acontecido.

El testimonio de Dora dota al tiempo de afectividad y lo convierte en tiempo vivido. El relato le atribuye a los hechos un tiempo pasado y, sin embargo, la experiencia no deja de ser actual. Dora prosiguió explicando en su declaración testimonial, el episodio en que había ido a la Dirección del colegio, y se encuentra con un efectivo policial que la esperaba, “Le digo soy menor de edad no puede permitir que me saquen de la escuela, a lo que él respondió: Está el policía Vizcarra que me dice que en la camioneta está tu papá dando la autorización. Cuando salgo a la vereda caminando, el policía iba atrás mío.  Llego a la camioneta de la policía y en la parte de atrás del celular estaba mi papá”. A lo cual agrega, con su voz casi quebrada, “nos suben a la camioneta y un policía gordo, más que palparme de manos, me manoseó y mi Papá no pudo hacer nada”.
Dora Seguel, declaró como testigo por el caso de su hermana Arlene.

Como puede notarse, su relato se articula en torno a esta experiencia marcadora que fue la detención, la tortura. Luego de que a Dora la suben a una camioneta para su traslado, declaró en el tribunal, que la llevan a una oficina, “una vez ahí adentro me empiezan a tomar declaración y mientras me tomaban declaración continuamente me estaba asustando. Sos una pelotuda, sos una pendeja de mierda, todo el tiempo era así. Yo no entendía por qué. Y todo el tiempo diciéndome eso. Después en un momento me dejan sola. Se retiran pero cierran la puerta”.

En esta ocasión, el presente trágico, inconcluso se expresa por la asistencia de espectros que, obstinadamente se convierte en un presente absoluto.  Psicológicamente lo explica Blanes, “se produce cierto nivel de estado disociativo, que opera como un mecanismo obsesivo que  está queriendo controlar eso que pasó, mentalmente”. En términos terapéuticos, se trata de un estado de rumiación continuo, lo cual explica, “es como que el cerebro esta subido a una calesita”. En el caso de las víctimas que declaran, que fueron expuestas a cualquier situación de violencia, lo que les sucede es que “el cerebro vuelve a emitir, y a emitir el mismo video, ¿no? Tratando de procesar la información correspondiente a la vivencia. Pero como para tolerar situaciones de trauma el psiquismo hace un mecanismo de defensa disociativo, en el que la emoción va por un lado y el video va por otro”. 

Los recuerdos de Dora se pronuncian en torno al sufrimiento, al dolor, a la tortura, al miedo. Se refieren a las sensaciones y a los hechos, en relación a los efectos que producían o por los cuales eran producidos. Dirá Dora a pocas horas de su declaración, “son cosas que las vivís, las manejas, las piloteas como podés. Haces una vida, tenes una familia, tenes tus hijos, te integras a la sociedad, pero eso no deja de doler“. 

Blanes se refiere a esto, y sostiene que “cuando la emoción a sentir es tan drástica tan dura, tan improcesable, es muy difícil integrarla, porque la angustia que hay que procesar tiene la violencia que esa personas vivieron. Vivieron situaciones más allá del límite de lo procesable”.

El Juicio: Una instancia reparadora

El juicio construye instancias que son soportes de memoria. Este es un proceso colectivo de memoria, y este juicio sirve para eso. No es con el propósito de volver sin sentido, o con venganza o resentimiento hacia el pasado. Sino con la necesidad de hacer una revisión sobre aquellos hechos que fueron torturantes. Este es un proceso socialmente reparador. Blanes sostiene que “la justicia siempre intenta ser una terapéutica social, supuestamente si los fallos son justos, la sociedad encuentra un re equilibrio, puede ver lo que está bien y lo que está mal.” Asimismo argumenta que a nivel individual, la cuestión reparadora “la vas a tener en los protagonistas. En cada uno de ellos, sea cualquiera fuera la sentencia va a implicar una especie de reparación, en muchos casos, los familiares y las victimas te dicen que sí es reparador. Es como que les permiten a ellos reconciliarse con la sociedad.”

Después de tres meses de haber prestado declaración Ríos confesó, luego de brindar su testimonio, “me sentí libre, porque cuando uno tiene algo adentro y te pasan los años no podes sacar que se haga justicia”.  Nos contó que en su memoria tiene recuerdos de varios golpes de Estado de militares, “yo nací en 1942, nací en una dictadura, y después mi mayor cantidad de años transcurrió bajo dictaduras de distinto signos, se volteaban unos a otros los militares”. Pero “yo en ese momento no me daba cuenta, porque era muy joven, de que para que los militares tomen el poder, gran parte de la sociedad debía apoyarlos”. 

Pese a que es muy difícil la reparación, lo vivido es “una integración de sentidos”, explica Blanes, entonces ahí sí “es como que  ese dolor se constituye en una causa o en una motivación, para un acto sublime o social, o una canalización para cierta compensación humana, entonces ese sufrimiento termina siendo el motor de una buena acción, y ahí sí hay un grado de integración…y ese tipo de acciones permiten al psiquismo integrar o re contratar con la realidad”.  De todos modos, “es como una lastimadura, va a cicatrizar, pero el tejido queda más sensible”.

La mayoría de las víctimas ubica en sus relatos a la violencia como la ruptura o interrupción de sus historias. No escapa a esto, Rubén Ríos ni Dora Seguel. Nada en sus vidas,  volvió a ser lo que era.


Benjamín, Verónica
Cívicos, Débora












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