“Cuando lo ví, entendí que había vivido una situación terrible”

Elsa Rivas. Fotografia Débora Civicos

Elsa Rivas relató que el 17 de agosto de 1976 después de la medianoche, su entonces esposo, Rubén Ríos fue secuestrado en su casa ubicada en la calle Chacabuco de General Roca. Sujetos vestidos de civil y con los rostros semicubiertos, golpearon a la puerta de su casa y preguntaron por él.  “Estábamos durmiendo, golpearon la puerta muy fuerte. Era la policía. Y preguntaron si ahí vivía Rubén Ríos”

Lo despertó a su esposo, se levantó enseguida de la cama, fue hasta la puerta en ropa interior. “Lo tomaron del brazo y lo llevaron hacia la vereda”. En esa madrugada “la calle estaba muy oscura. No había luz”. Pero, sin embargo, se percató que había vehículos estacionados con más hombres. Lo subieron a Ríos a la fuerza, “él no quería subir.”

Ante la desesperación, Elsa salió corriendo a la casa de su vecino, y escuchó disparos de armas. Se asustó mucho y pensó “mataron a Rubén”. Salieron corriendo a la vereda donde suponían que estaba Rubén muerto, pero cuando salieron “estaba todo sereno como si no hubiese pasado nada”.

Fueron a buscarlo a la comisaría 3º, y luego tuvieron la novedad de que Rubén había llamado por teléfono y les había dicho que estaba detenido en la caminera de Neuquén. Se trasladaron hasta allí en un camión cargador de arena. En la caminera le dijeron que lo habían llevado a la comisaría 1º y le respondieron que había estado allí pero que lo habían llevado al hospital porque estaba herido.” En el nosocomio le informaron que había sido atendido de una herida cortante en la cabeza.

Pero luego le perdió el rastro. Junto con su abogada, María Graciana Miller, realizaron denuncias en el Juzgado 1 de General Roca y en Neuquén.

Al tercer día y sin obtener respuesta sobre el paradero de Ríos, fue al Comando Subzona de Seguridad 52 y dialogó con el Mayor Farías, quería que la ayudaran a encontrar a su esposo.

Sin respuestas, y luego del noveno día habló con el Teniente Coronel Reinhold y le dijo que su marido estaba allí detenido, que “lo tenían ellos, que se tranquilice, y que espere en su casa hasta que se lo lleven, dentro de 2 o 3 días”.

Dos días después, a las 2 de la mañana escuchó que golpearon la puerta, tocaron el timbre de su casa. Elsa lo estaba esperando “abrí la puerta y quedé espantada, tenía la barba crecida, ojos pegados que apenas miraban, estaba sucio y con las piernas abiertas porque no se sostenía parado. No pudo apoyar los pies durante un mes y medio. Todo el tiempo caminaba con las piernas abiertas. Lo atendía una doctora.

Ante la ausencia de Rubén Ríos, en el trabajo, durante los diez días en los que estuvo detenido, lo había dejado cesante, “ya no trabaja más acá,” le informaron a Rivas. Así que la mujer volvió de nuevo al Ejército, habló con Farías y le pidió un certificado en el que constaba que “Ríos estuvo detenido e incomunicado por averiguación de antecedentes”. Llevó el certificado al trabajo de su esposo, y enseguida recuperó su puesto aunque con certificado médico ya que estaba siendo atendido por un psicólogo, porque “a él no se le podía hablar, porque lloraba y sufría dolor”.

Rivas terminó su declaración sosteniendo que “en ese momento, fuimos huérfanos de todos nadie daba la cara por nosotros, ni la sociedad, nadie, Yo me ví sola en la búsqueda de justicia”.

Por Verónica Benjamín

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